Nos preguntamos cuánto falta para ser gerente,
en lugar de disfrutar de no tener que dar el ejemplo.
Cuánto falta para vivir solos,
sin pensar que después nos vamos a preguntar cómo hacer para sobrevivir solos.
Cuánto falta para dejar de trabajar,
aunque cuando llegue el momento lo queremos estirar un tiempo más.
O el "¿Cuánto falta para terminar el colegio?",
en lugar de disfrutar esa etapa a la que siempre vamos a querer volver.
¿Cuánto falta para tener hijos?
¿Cuánto falta para que caminen?
¿Cuánto falta para que hablen?
¿No son demasiados?
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Quizás lo único que falta, es dejar de preguntarnos cuánto falta y disfrutar del viaje...
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